Cine (y II): Café Lumière
· Café Lumière (2003):
Yôko está embarazada de su novio taiwanés, pero no tiene intención de casarse con él. Prefiere criar ella sola a su hijo. Su madrastra no parece muy conforme, pero tampoco se siente con autoridad suficiente sobre Yôko como para decírselo abiertamente y el padre es incapaz de expresar su opinión, sumido como está en un mutismo casi absoluto.
Hajime conoce a Yôko porque ella va a menudo a su tienda de libros de segunda mano del barrio de Jinbōchō, en Tokio. Él está obsesionado con los trenes. Se pasa el día grabando los sonidos propios del ferrocarril: el chirriar de las ruedas, los anuncios de megafonía, las conversaciones de los pasajeros...
Planos abiertos y larguísimos, silencios aún más largos, fotografía excelente tanto de interiores: la casa de Yôko, la librería de Hajime, las distintas cafeterías; como de exteriores: vistas de Tokio, principalmente; además de un guión mínimo y abierto por ambos extremos que parece capturar sin querer un trocito de la vida de sus personajes. Todo ello conforma el homenaje de Hsiao-Hsien Hou al gran Yasujiro Ozu en el centenario de su nacimiento.
Yôko está embarazada de su novio taiwanés, pero no tiene intención de casarse con él. Prefiere criar ella sola a su hijo. Su madrastra no parece muy conforme, pero tampoco se siente con autoridad suficiente sobre Yôko como para decírselo abiertamente y el padre es incapaz de expresar su opinión, sumido como está en un mutismo casi absoluto.
Hajime conoce a Yôko porque ella va a menudo a su tienda de libros de segunda mano del barrio de Jinbōchō, en Tokio. Él está obsesionado con los trenes. Se pasa el día grabando los sonidos propios del ferrocarril: el chirriar de las ruedas, los anuncios de megafonía, las conversaciones de los pasajeros...
Planos abiertos y larguísimos, silencios aún más largos, fotografía excelente tanto de interiores: la casa de Yôko, la librería de Hajime, las distintas cafeterías; como de exteriores: vistas de Tokio, principalmente; además de un guión mínimo y abierto por ambos extremos que parece capturar sin querer un trocito de la vida de sus personajes. Todo ello conforma el homenaje de Hsiao-Hsien Hou al gran Yasujiro Ozu en el centenario de su nacimiento.
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