domingo, 14 de junio de 2009

Brevísimo ensayo parcial sobre epistemología

Realmente no sé por qué me decido a aceptar invitaciones para exponer mi opinión sobre lo que quiera que sea que opine. Pero en verdad que a veces me ebulle una chispa-imagen y una voluntad por ello si intento vislumbrarla cuando a ello se me insta: será siquiera por experimentar, como Prometeo, el pico voraz de los que serán –y es, cuanto menos, lo más probable– mis opositores, desgarrandóme el costado de la inocente creatividad. Y así pues, creo ahora que cuanto he de indicar primeramente es que el estilo que suelo utilizar para estos menesteres –por querer valerme del propio lenguaje para ahondar sobre lo propuesto, es ciertamente personal >pues aunque vertebran la puntuación y la gramática la recta ratio: sí es de cierto que no es su forma la ordinaria, sino, más bien, aleatoria según la apetencia; pero la cual, sin embargo, guarda la necesidad de lo que urgente se quiere expresar. Me estoy refiriendo a esos guiones que nunca se cierran o a esas comas que faltan o a símbolos de puntuación insólitos como tales o a cierta inconexión gramatical... La voluntad es finalmente que la idea permanezca intacta, casi increada.

Lo que doy a continuanción, aun reconociendo que de esfuerzo no llega a ser una pantomima de lo titánico a que me he referido ya, es una primera parte sobre un mero subrayado acerca de la ilusión de lo considerado científico y el aspecto metafísico de la existencia; y la sonrisa que configura el estúpido optimismo de la ciencia cuando se trata de su prepotencia; y cómo ha conquistado los 'corazones' de las sociedades de occidente.

Viniéndome ahora a la mente la consideración optimista del mundo por parte de la ciencia y para que no haya confusiones: quizá el tema de lo optimista vs trágico verdaderamente debería trazarlo en unas líneas para un futuro y para que podáis entender, si aún no es el caso, qué es el optimismo y qué lo trágico, y las conclusiones prácticas sobre el hombre o bien trágico y o bien socrático -pues fue Sócrates el introductor del optimismo científico en la historia universal.
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Primera parte

La ciencia tan sólo, de aquello que por objeto tenga, tal que sea un reloj, puede: describir sus partes y su función, pero no le es posible ni propio afirmar qué es. A tal cuestión creemos que solamente puede responder la cultura, pues es que la respuesta a dicha problemática tiene en sí un sentido oculto que conforma aquél como ser, esto es, como esencialidad –y que no es en absoluto demostrable [dicho sentido oculto]. Solamente la práctica permite la comprensión del sentido; que es tal, sin embargo, no por su misma esencialidad: más bien, por lo restante como ente, en cuanto su carácter material-funcional queda despejado de la ecuación por su asimilación al reconocerlo. Aunque ciertamente si algo en claro puede decirse de lo que es: de cualquier modo está la cosa misma bajo el influjo de su aspecto social y no puede ocultar su condición de criatura de la mano del hombre >porque, además, tales consideraciones pueden darse por la exterioridad del objeto y porque, aunque dependiente nuestro: no es recíproca su condición.
Si, por otro lado, quisiéramos pensar en el Sentido por sí y para sí del mundo –por extrapolar el anterior pensamiento– de claro es que nada es posible imaginar de suyo al mundo de manera categórica como su ser plenamente en sí que a sí mismo se reconoce como su primordial esencia. Como si de la intimidad propia de la vida pudiera un ser que acaba de romper aquel vientre, cubierto de sangre y náuseas, decir: ‘Qué terrible congoja tiene el universo en sí: pues si puedo ver el brillo de mi existencia, más todavía, el mi de mi existencia mientras hay algo que es en que yo soy: por qué no poder admirar en mi entraña a la misma vida cuando siento temblar mi naturaleza como el instinto del mundo’
Pero, ¿cómo un ser que no puede verse en sus propias creaciones –así sea la historicidad de la humanidad– moldeadas según él, según sus posibilidades y entendimiento, le va a ser lícito por alguna naturaleza propia explicitar aquello a lo que no puede acceder para modificar ni intervenir; que tampoco comprender ni siquiera imaginativamente sus fuerzas ni dimensiones; aquello en donde no puede ni con todo el esfuerzo sapiente ni con la yaga abierta del cuerpo o el espíritu afirmar su puesto?

Retomando ahora la cuestión tratada acerca de la consideración de conocer algo como se ha planteado >que de lo cual el interés último era poner de manifiesto que de lo que es posible hablar es de lo que no es recíproca su condición de existir, en tanto creado –y en cuanto natural, no se tratará de una relación o correspondencia unívoca para su condición de existir: del mismo modo creemos que si la vida no necesita de nuestra existencia para seguir su curso y ser de cualquier modo que sea que es –más aún, que si todo lo más que empíricamente podemos aseverar es que en suma pertenecemos al mundo: ¿cuántos gramos de esperanza, tan aparente como su sustrato, nos queda por desechar del peso de esta existencia sobre nuestras espaldas –que como primera causa a dicha carga encontramos lo ilusorio– para caminar erguidos y descalzos?

En una visión continua y contigua sobre lo expuesto –quizá lo último que podamos añadir y tal vez como colofón que puede transmutarse de los sentidos a la demostración de los mismos y en general de todo lo que explique el mundo en sí y que por derechos de pruebas racionalistas se crea considerable y laudable: hemos de decir que el mundo no es demostrable en absoluto, porque lo que es: es en sí y para sí, de tal modo que no tiene que demostrarse –por ningún modo de entre sus criaturas, a sí mismo qué es ni que es.

Pero aun con todo y pese a todo, tenemos la firme convicción de que el universo, la vida misma, puede ser cualquier cosa.

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